Cuando el miércoles de la semana pasada lo llamé y le dije que quería entrevistarlo, aceptó sin poner condiciones. Eran las ocho y media de la mañana, Marco Martos se alistaba para dictar clases en una prestigiosa universidad de Lima. Entonces, su teléfono celular empezó a sonar. Era yo. Me contestó y hasta ese momento no tenía la más ínfima idea de mi existencia. Luego de unos segundos de conversación me dijo, con suma amabilidad, que sí, que aceptaba ser entrevistado y que no había algún problema.
Marco Martos tiene 70 años —en dos semanas cumplirá 71—, es uno de los escritores peruanos más productivos y aplaudidos, pero, además: uno de los más humildes. Experimentó, en los primeros años como poeta, un estilo irónico y duro, que recogía los problemas sociales y personales de un provinciano en la capital. Con el tiempo, Martos menguó la ironía en sus poemas conservando siempre su estilo. Es considerado uno de los principales representantes de la poesía peruana de los años 60’.
Es director de la Academia Peruana de la Lengua desde el 2006. Esta institución estudia el uso del idioma español en el Perú y, recientemente, publicó tres libros sobre ortografía. Uno de ellos es un manual para escolares.
Aunque también se sumergió en el mundo de la narrativa, Martos destacó en la poesía, obteniendo el Premio Nacional de Poesía, en 1969, con su libro “Cuaderno de quejas y contentamientos”. Actualmente, se desempeña como catedrático en varias universidades de Lima. Su obra fue traducida al inglés, alemán, francés, húngaro e italiano.
El poeta llegará a Chimbote para participar en la Feria del Libro de Nuevo Chimbote. Mientras tanto, conozcámoslo un poco más.
- ¿Qué es para Marco Martos la poesía?
- La poesía ha sido definida de muchas maneras, en todas las cuales se incluye una concentración significativa, pues dice más con menos palabras, pero esa es la mitad de la verdad, la otra es que en poesía importan tanto los significados como los significantes, es decir lo que quieren decir las palabras y los sonidos puros. Un ejemplo extremo: mou Abel ven en el te, frase de Carlos Oquendo de Amat, no significa nada pero es poesía.
- En su devenir literario ha logrado usted la precisión poética, consolidando un verso cada vez más austero, pero también temáticamente conciliador a diferencia de sus primeros títulos, ¿puede comentarnos cómo fue evolucionando su obra?
- Empecé haciendo una poesía muy áspera, dura, pues los temas propiciaban esa dicción: se trataba de un individuo que experimentaba el desarraigo de lo querido, un provinciano en Lima. Después fui cultivando todo tipo de dicción, traté a fondo los temas personales y sociales y luego me interesé por lo que llamo poesía diacrónica: una dicción que recoge la voz de la historia y que no es siempre una poesía del individuo. Traté también temas específicos como la música o el ajedrez o hice homenajes a maestros como Dante y Virgilio. En lo posible, haciendo un símil, una poesía orquestal, donde distintas voces o instrumentos cobran protagonismo.
- Luego de más de una decena de poemarios, ¿qué balance puede hacernos de su obra poética?
- Es una poesía variada que aspira a ser diferente a sí misma en cada libro y que guarda el mismo respeto por la tradición que por la innovación.
- ¿Guarda alguna predilección por alguno de sus poemarios?
- Pregunta imposible de responder por mí. Los libros son como los hijos, nos traicionamos a nosotros mismos si preferimos uno.
- ¿Qué tan difícil es decir con el lenguaje algo “sustancial, profundo y verdadero”?
- Este es el problema capital de los poetas que arriesgan algo cuando escriben. El lenguaje de los humanos, cualquier idioma, es impreciso, borroso. El poeta lima ese oro silvestre, lo trabaja, y de cuando en cuando consigue una gema purísima, una joya de palabras.
- “A ese vértigo llamamos amor / a esa hebra de plata/ tejemos la eternidad / con el deseo / y la carne chamuscada / Lo que dura es el principio / que es inacabable / cuando lo sientes / es la palabra / que está a punto / de llegar a tu corazón vehemente / pero esta flecha, si llega ¡ay! / apenas te toca, / acaricia también a la muerte enamorada” (poema Vértigo). ¿Qué nos quiere transmitir?
- La luz del amor es la de los comienzos, la apetencia de lo amado, el deseo a punto de realizarse. Las parejas que duran son las que están siempre en su primer día. Nos acechan varias muertes, nuestra muerte, la muerte de la persona amada, la muerte del propio amor. Por contraste, el amor en su máxima intensidad se semeja a la eternidad.
- Su poesía es muy variada, pero, ¿qué temas aborda con más interés?
- Francisco Carrillo escribió. “¿Qué hay sino amor para cantarlo? / Lo saben los que amaron. / Y los que nunca amaron.” Creo que el amor es el motor de la poesía, no solamente de la mía. Amor a las personas, amor a la justicia, amor a la libertad, pasión por algunos asuntos, la música o la pintura.
- ¿Cree que ha dejado de lado la ironía que usaba en sus primeros poemas?
- Creo que sigue presente, pero de manera menos obvia.
- ¿Cuál fue el criterio de selección para la antología “Viento del Perú”?
- He tratado de escoger poemas representativos de las etapas de mi escritura y he atendido a algunas voces amigas que me hablaban con pasión de algún texto que les había agradado.
- ¿Qué nos puede decir sobre su nuevo libro “Caligrafía china”?
- Está en proceso. Surgió de dos maneras: admirando desde el avión en un viaje a México la belleza de la costa de América y advirtiendo que en la poesía peruana no aparece la naturaleza en todo su esplendor; luego recapacitando me di cuenta que en la poesía china siempre están presentes la flora y la fauna junto a los seres humanos. Como desde la infancia he frecuentado a los poetas chinos, verdad que en traducciones al español o francés, me resultan hasta cierto punto familiares. Empecé con un estilo chino, aunque los temas eran diferentes, pero luego me he mimetizado con el mundo de China y aparecen personajes, poetas como Li Po o Tu Fu o Wang Wei, o emperadores, o mandarines, o damas de la corte, hermosas con sus abanicos, un mundo casi totalmente inventado, aunque con hilos delgados con la realidad. Llevo al extremo la vocación inicial de los modernistas como el cubano Julián del Casal que tenía un rincón oriental en su casa de La Habana y en ocasiones se vestía a la usanza de los mandarines
- Después de casi cincuenta años en las arenas literarias, ¿cuál es la compensación que le ha dado la poesía?
- La mayor; haberle dado un sentido a mi vida. He nacido para escribir poesía, lo sé ahora, pero demoré años en saberlo de modo claro y rotundo.
- Es sabida su devoción por César Vallejo. Este año publicó su libro de ensayos “Poéticas de César Vallejo”. ¿Sigue siendo Vallejo nuestro padre tutelar?
- Un genio como Vallejo no aparece muchas veces en un idioma. Tengo auténtica piedad por los que lo combaten.
- Después de “El monje de Praga” ya no ha publicado más narrativa, ¿ha pensado volver a esta faceta?
- Sí, soy un poeta que no solo no desdeña la narrativa, sino que aprecia tanto a la poesía como la prosa de ficción. Y soy muy exigente como lector, por eso mismo quisiera escribir cuentos de calidad solamente. Un cuento es tan exigente como un poema. La novela, en cambio, admite desmayos y los disimula con virtudes como la fuerza narrativa. Pero prefiero los narradores que tienen pasta de poetas: Kafka, Proust.
- Cambiando de tema, ¿podría contarnos un poco acerca de la actividad actual de la Academia Peruana de la Lengua?
- Lo más importante: preparamos un diccionario de peruanismos que llamamos Diperú. Tendrá unos 7000 vocablos y tenemos un mecenas editor: Alberto Benavides de la Quintana.
- ¿Los peruanos hablamos bien?
- Los chilenos lo acaban de decir en una encuesta, pero hablar bien siempre es relativo, es respecto a una norma. En el caso nuestro hay una norma que nos es peculiar y que incluye usos como “chofer”, “video” “pásame la voz” etc. Los peruanos cultivados usan esas formas que son absolutamente colectivas, pero que son rechazadas en España. Pero si un español viviera entre nosotros, tendría que usarlas para ser mejor visto por la colectividad. Al revés también ocurriría: en España no podemos pedir una palta o una gaseosa porque no nos entenderían.
- ¿Tienen alguna estrategia para contribuir a mejorar la ortografía de los peruanos?
- La ortografía se aprende mejor leyendo que con fatigosos dictados de palabras. La Asociación de Academias acaba de editar una serie de libros de ortografía, un libro enorme, otro más pequeño y otro que es una especie de manual escolar.
- En los últimos años, La Academia ha incluido al idioma español palabras que antes eran consideradas como errores, ¿qué tiene que decir al respecto?
- Las palabras no son errores en sí mismas, ninguna palabra, eso es lo que ha cambiado, pero sigue recomendándose usos de acuerdo a las circunstancias. Es como el vestido, todos nos podemos vestir como queremos, pero sí vamos en ropa de baño a una conferencia tal vez no nos dejen entrar. Los usos sociales, que son convenciones, condicionan en cada caso lo que podemos decir o no es recomendable decir. “Amados hermanos” lo puede decir un sacerdote en el púlpito, pero no sería aconsejable que lo diga un locutor en una discoteca.
- ¿Cuáles considera que son los enemigos del buen lenguaje?
- Principalmente el vocabulario escaso de muchos jóvenes y asociada a esa carencia otra: el silencio comunicativo en todos los ámbitos.
- ¿Qué nos puede comentar de la gesta cultural que se está forjando en nuestro país?
- El Perú está despertando culturalmente en todo el país. Da gusto ver el interés por el arte en todos los rincones de la patria. Salimos de una situación dificultosa que duró décadas.
- Usted conoció al poeta y gestor cultural Jaime Guzmán Aranda, ¿qué remembranzas nos podría referir sobre él?
- Jaime Guzmán Aranda, fue editor, poeta, narrador, motor de la actividad cultural en Chimbote. Guardo por él la más grande admiración pues lo conocí como amigo de muchos años. Pocas veces he tratado a una persona tan buena como él.
- ¿Quisiera agregar algo?
Solo unas palabras: gratitud para el diario, para usted misma y para el pueblo de Chimbote.
Entrevista publicada en el diario La Industria de Chimbote.