Escribo en el buscador de Google “el agua se acabará”. Aparecen 6 millones 900 mil resultados. Decido escribir, entonces, “el agua se acaba”, y aparecen 166 millones de resultados. De lejos, los artículos que exponen la extinción del agua como un problema actual —se acaba: ahora— han bombardeado internet. Y está bien.
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Muy cerca de la desembocadura del río Santa —ubicada a veinte minutos de la ciudad de Chimbote— crece un valle agrícola que colinda con el mar, un valle particular donde la brisa se une con el verde de los sembríos. De ese lugar, guardo una imagen: 

—¿Ha pensado qué pasará cuando el agua del planeta se acabe?

María, 38 años y una mirada penetrante que más que una mirada es una confesión, adopta una inusitada actitud ante mi pregunta, actúa como si no me hubiera escuchado.

—Entonces, ¿ha pensado qué pasará cuando el agua del planeta se acabe? —insisto.

Imperturbable, como quien escucha un disparate y sabe que el mejor castigo para el otro es la indiferencia, María levanta el rostro, fija sus ojos en mí, y continúa cortando un trozo de carne. 

Ella vive al pie de las riberas del río Santa, en un distrito ancashino que tiene el mismo nombre del río. María y su pequeña familia agricultora (no son más de seis) no tienen una vida ostentosa. No exagero cuando digo que les ha faltado muchas cosas, pero tampoco exagero cuando digo que nunca han padecido por la escasez de agua. La ubicación geográfica de su vivienda es estratégica y se ha convertido en el artilugio para la subsistencia de todos los integrantes de su hogar y para mantener el pequeño negocio de venta de verduras que cosecha en su huerto.

El caso de María es solamente un ejemplo. Así como para ella el tema es una confusión total, para otros también lo es.  Las cuestiones sobre la escasez del agua sorprenden, confunden, y, entonces, nos vemos atrapados en un vacío sin palabras. El agua se acaba, pero no queremos creerlo. Es más fácil pensar que se trata de una exageración. ¿Ver para creer? Eso pasa con el problema. Las consecuencias, aquí en Áncash, todavía no golpean con rudeza. Todavía.

En este departamento del país la escasez de agua aún no es un problema grave como sí lo es, por ejemplo, en lugares como Baréin (Asia), donde a pesar de crear plantas desalinizadoras para hacer potable el agua de mar se ha pronosticado un estrés hídrico para el año 2040. Sin embargo, la situación en Áncash, aunque es diferente a la del país asiático, no es menos grave.

El río Santa recorre 347 kilómetros desde las gélidas temperaturas de Conococha hasta la calidez del mar en Santa.

Todo empezó en junio de 2019 con el hallazgo de extensas manchas anaranjadas en la laguna Pelagatos, ubicada en el distrito de Pampas, provincia de Pallasca, a más de 3 mil metros sobre el nivel del mar. La alerta de un grupo de comuneros movilizó a los pobladores, quienes ya planificaban llegar a la zona para descubrir el origen de las perturbadoras manchas en el agua.

Para llegar a Pelagatos se recorren 208 kilómetros desde Chimbote hasta Pampas. Son aproximadamente 5 horas y un poco más de viaje por caminos que ponen a prueba la valentía del ser humano, como toda ruta hacia la sierra del Perú. 

La noticia sobre la aparición de misteriosas manchas en el agua llegó a Chimbote en cuestión de horas. Llegó a Chimbote porque es allí donde se encuentran las sedes principales de las instituciones públicas a cargo de la costa y parte de la sierra de Áncash. Y así, la tercera semana de junio un equipo de investigadores viajaba hacia el lugar. Representantes del Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA), del Ministerio de Energía y Minas y del Ministerio Público llegaron a Pampas para recoger muestras del agua. En ese momento ya existían sospechas de lo que ocurría, pero, a modo de seguir religiosamente las políticas de privacidad del Gobierno —nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario—, las autoridades no negaron ni afirmaron nada.

Instalados en Pampas, donde se encontraron con un importante grupo de pobladores indignados, furiosos por lo que estaban encontrando en el agua que bebían, con la que regaban sus cultivos y con la que criaban a sus animales, las autoridades se enrumbaron hacia la laguna para iniciar la investigación.

Laguna Pelagatos en Pampas, Áncash. (foto:
OEFA)

Las montañas verdes, formadas de tal manera que parecían soldados protegiendo a la laguna, y el viento frío indicaban que habían llegado. Cuando estuvieron frente a ella, aquella mancha anaranjada era imponente: ocupaba un importante espacio a lo largo de la cuenca. No había que atar demasiados cabos, las manchas anaranjadas eran derrames de desechos tóxicos de la Minera Magistral S.A. - unidad Pushaquilca, nivel 4136, que luego de suspender sus operaciones no había realizado el tratamiento y cierre adecuado de las bocaminas tras los trabajos de explotación de metales como plata, plomo y zinc. Habían dejado el lugar sin reparar los daños causados por la actividad minera. 

“Estos relaves constituyen un riesgo potencial para la población. El agua es amarilla, se contamina con facilidad, por lo que hacemos un llamado a las autoridades distritales, provinciales y regionales para investigar y encontrar a los responsables, a fin de parar la contaminación”, había dicho días atrás el presidente de la Junta de Usuarios del Agua en Pampas, Ascadio Díaz, enfático y mortificado.  

En el lugar, los especialistas tomaron muestras del agua para analizarlas en laboratorio. A simple vista, el nivel de turbidez excedía los límites máximos permisibles impuestos por el Ministerio del Ambiente. Entrevistaron a los pobladores, y, aunque la Fiscalía Especializada en Materia Ambiental del Santa dispuso que se inicie una investigación preliminar por el delito de contaminación ambiental contra las empresas mineras que resulten responsables, el problema no había terminado ahí; es más, apenas empezaba: las aguas contaminadas de la laguna Pelagatos discurren por todo el río Santa y este riega los campos de cultivos extendidos por miles de kilómetros, desde Pampas hasta Chimbote, donde el río desemboca.

En medio del pánico, una emisora radial del lugar informaba a la población de los caseríos de Conzuso, Paragón y del distrito de Pampas que el agua de la laguna no era apta para personas, animales ni plantas, y que debían suspender su consumo hasta un próximo aviso.

Se tomaron muestras de agua.
(Fuente: OEFA)


A los tres mil metros sobre el nivel del mar se encuentra Pelagatos. La leyenda cuenta que muchos años atrás unos hombres, que caminaban por la cúspide de los cerros que rodean la laguna, observaron las aguas desde lo alto y concluyeron que esta tenía la forma de un gato pelado —criterios de imaginación—, y, como resultado de esa ocurrencia, desde entonces la llaman “Pelagatos”. En sus aguas se crían truchas y en los alrededores habitan zorros, vizcachas, huachuas y cuyes silvestres.


La noche del 2 de julio de 2019, el Centro de Operaciones de Emergencia Regional de Áncash informaba a través de su reporte de peligro que había solicitado al Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental el informe de evaluación de la posible contaminación en el caserío de Pelagatos. OEFA respondió que había dictado medidas administrativas a la empresa Activos Mineros S.A.C., con labores actualmente vigentes en el lugar, para evitar afectación en la quebrada Pelagatos, donde ocurrió el derramamiento de material de relave de la Unidad Minera Pushaquilca.  

OEFA había tomado también otras decisiones. Ordenó a la empresa Activos Mineros S.A.C. captar y tratar inmediatamente los efluentes de las bocaminas 1464 y 5032 por un plazo de 30 días hábiles hasta implementar el plan de cierre de pasivos ambientales mineros de Pushaquilca; cerrar inmediatamente la bocamina 1464 y 5032; cerrar el depósito de desmonte 5036 y el depósito de relaves 5038 por un plazo máximo de 3 meses, y remediar el suelo y cauce de la quebrada Pelagatos; así como el suelo, bofedal y cauce de la quebrada s/n y de la laguna pequeña N.° 1 en un plazo de 30 días. Y así las autoridades controlaron, de momento, el pánico de la población. 

La investigación, que dirige la fiscal del Santa Carla Ramos Heredia para determinar a los responsables de la contaminación de la laguna, aún sigue su curso. Las indagaciones, que debían desarrollarse durante un plazo de 120 días, han tenido una ampliación de 45 días más.

Hablemos de metales


Con las aguas del río Santa se riegan miles de hectáreas agrícolas. Muchos de los alimentos que consumimos en esta zona del país podrían estar en riesgo. Pero el problema va más lejos. Wenceslao Risco Zúñiga, dirigente del pueblo joven Primero de Mayo en Nuevo Chimbote, un distrito que consume agua captada del río Santa, advierte que la salud de las familias neochimbotanas está en peligro.

“Urge la necesidad de hacer una investigación para saber cuál es la calidad del agua que estamos consumiendo. Nuestra principal preocupación es porque el agua del río Santa desde los últimos 50 años recibe de manera permanente relaves mineros, pero, además, según la Autoridad Nacional del Agua, se han detectado 46 focos contaminantes de relaves mineros y 14 de desagües, algunos de hospitales, que son vertidos directamente al río. Eso sin contar los residuos fecales que se arrojan desde pequeños pueblos del Callejón de Huaylas y que, con el recorrido del río, llegan hasta la costa de Áncash”, sostiene Risco Zúñiga, notablemente preocupado.

Para el dirigente vecinal, la situación es muy clara: el agua del río Santa no es un elemento confiable por dos razones: por los relaves mineros y por los desagües. Los metales pesados afectan a los sistemas del cuerpo humano. Existen casos en los que se ha demostrado el daño irreversible al sistema nervioso. Se reportaron, además, casos de esclerosis, una enfermedad incurable, y cuadros clínicos de personas con conductas antisociales, retardo mental y la pérdida de destrezas cognitivas. La lista de consecuencias es larga.

En ese escenario, el jefe de Operaciones de Sedachimbote —empresa paramunicipal que administra el agua en varios distritos de la provincia del Santa—, Aníbal Castillo Bedón, afirma que la compañía utiliza filtros de arena y de antracita para purificar el agua del río Santa; sin embargo, y esta es una confesión dolorosa, reconoce que la empresa no cuenta con un sistema de medición de metales pesados en el agua, solo de coliformes fecales.

Por su parte, el biólogo Rómulo Loayza Aguilar, catedrático de la Universidad Nacional del Santa en Nuevo Chimbote, advierte que solo el 3% del agua del planeta es dulce y que el 97% restante es agua de mar. De ese 3% de agua dulce, el 70% está congelada, de modo que el agua para los humanos es precaria.

“La escasez del agua, consecuencia del cambio climático y de la contaminación, representa un problema para la salud humana y para los recursos vivos. Basta con aplicar la primera ley de la termodinámica para entender que si agregamos más materia de la que el ecosistema requiere, generaremos un desequilibrio. Eso está pasando en la actualidad en todo el mundo, y esa es la causa de los problemas ambientales y de la escasez del agua”, explica Loayza.

Y agrega que los derrames de relaves mineros llegan irremediablemente al río Santa. Afirma que las empresas mineras utilizan diversos reactivos químicos para extraer los metales. Estos provocan la lixiviación de forma selectiva para separar los elementos importantes del resto de materiales no deseados. ¿Cuál es el gran problema? Que las compañías muchas veces no efectúan el cierre de mina de manera correcta. Así, una de las formas más comunes de contaminación son los derrames de relaves, pero también el agua de lluvia que termina discurriendo por los asentamientos mineros que no realizaron la limpieza de los reactivos químicos. Entonces, toda el agua, ahora contaminada, discurre hacia la cuenca del río.

Inspección en la laguna Pelagatos.
(Fuente: OEFA)

Existe una investigación...


Este problema no es reciente. Hurgando entre los archivos del Ministerio de Energía y Minas se encuentra material atesorado. Existe una reveladora investigación denominada “Estudio de evaluación ambiental territorial y de planeamiento para reducción o eliminación de la contaminación de origen minero en la cuenca del río Santa” que data de junio de 1998. Sí, junio de 1998.

Hace 21 años la actividad minera ya desempeñaba un protagonismo importante en los alrededores de la cuenca del río Santa en Áncash. “La actividad minero-metalúrgica en la cuenca se puede considerar en un nivel de desarrollo moderado, pero que se remonta a antiguos trabajos coloniales, pasando por diferentes épocas de reactivación en los últimos 50 años por el interés en ciertos metales industriales como el plomo, plata, zinc y cobre (…). En la actualidad existen actividades exploratorias en toda la cuenca con objetivos específicos de ubicar depósitos auríferos volcánicos, especialmente en el sector de la cuenca media”, se lee en la investigación. Y sin embargo, la cosa se pone más inquietante. Este estudio sostiene que los minerales son sumamente complejos porque son transportadores de impurezas, como arsénico y antimonio en los diferentes tipos de minerales antes mencionados. “Indudablemente que esta compleja mineralogía es el punto de partida para la potencial contaminación inorgánica que se genera a lo largo de la cuenca del río Santa”.

En 1998 ya se sostenía que la cuenca del río Santa estaba influenciada por una intensa y variada actividad minera en toda su longitud, pero también que existía un drenaje ácido y natural que contaminaba el río. El estudio del Ministerio de Energía y Minas, más allá de simplemente informar, alertó sobre la toxicidad de los suelos por la contaminación de metales pesados, y refirió que “los niveles de manganeso, fierro, cromo y plomo de todos los sectores se hallan críticos y los niveles de cadmio se presentan por encima de los niveles críticos en todos los sectores estudiados”.

El error del hombre —y ocurre en todo— es ocasionar un daño y no reconocer que lo ha ocasionado; pero más que eso, el error es no remediar los daños. El otro problema surge cuando quiere remediarlo, y sin embargo ya es muy tarde. Eso ocurre en la minería. Lo interesante es que en el año 1998 se elaboró un estimado de costos totales para las acciones de mitigación en la cuenca del río Santa. De ese modo, se concluyó que para mitigar los depósitos de relaves se necesitaba 1 millón 262 mil 767 dólares; para socavones, 2 millones 520 mil dólares, y para desmontes, 1 millón 350 mil dólares. La solución estaba planteada.

De acuerdo con el Instituto Geológico Minero y Metalúrgico (Ingemmet), hasta el 2018 había aproximadamente 6 mil concesiones mineras en 20 provincias de Áncash. Es decir, casi el 45% del territorio ancashino estaba ocupado por empresas extractoras. Las mineras informales no están consideradas en el reporte del Ingemmet, y son las que más contaminan.

El Gobierno alista la nueva Ley General de Minería. El presidente Martín Vizcarra dijo que la norma tiene casi 30 años de vigencia y es necesario actualizarla para ofrecer tranquilidad y desarrollo para todos.

No todo es malo. Lo bueno de esto es que a raíz del derrame en Pampas y de la contaminación del río Santa, dirigentes vecinales de varios pueblos del distrito de Nuevo Chimbote, ubicado en la costa de Áncash, a 40 minutos de la desembocadura del río, crearon el Colectivo Ciudadano por la Defensa del Agua. Este grupo de personas, con espíritu humanitario, decidió dejar de mirar indiferente la situación, y actuar. Atrás los lamentos, atrás la crítica destructiva, nos unimos a la causa. Entonces, asumieron el compromiso de sensibilizar no solo a las autoridades, sino también a las personas que no ocupan cargos políticos pero que necesitan conocer la realidad para aportar al cambio.

Wenceslao Risco, el portavoz de este grupo de personas, aseguró que la finalidad es involucrar a la población y a las autoridades para iniciar acciones de prevención y remediación de daños. Con esta consigna, Risco, un hombre de estatura pequeña pero de convicciones fuertes, dibujó el camino hacia el primer proyecto.

El señor Risco y los integrantes del colectivo ciudadano realizaron un trabajo de hormiga durante varios días, llamando y coordinando con diversos especialistas en temas relacionados con el medio ambiente. Fue así que en poco tiempo ya tenían el nombre y la fecha del primer foro que pretendía exponer el problema de la contaminación del agua.

En el salón de una iglesia en Nuevo Chimbote, el viernes 1 de agosto realizaron el primer foro titulado “El agua es vida, yo la defiendo, ¿y tú?”, en el que participaron como ponentes los representantes de Sedachimbote, los agricultores del valle de Santa, el Fondo de Cooperación para el Desarrollo Social y el biólogo Rómulo Loayza Aguilar. Asistieron también amas de casa, universitarios, adultos mayores. Todos tenían algo en común: esperanza de que las cosas mejoren.

En el encuentro se trazaron varias conclusiones: la necesidad de reconocer que la contaminación del agua por relaves mineros es un problema actual en Áncash, apoyar la creación de una nueva ley general de minería que tome en cuenta la contaminación de ríos, realizar el seguimiento a la investigación fiscal por la contaminación de la laguna Pelagatos, dirigir veedurías ciudadanas para conseguir que los cierres de minas se hagan en momentos oportunos y continuar realizando foros informativos.

“No solo se trata de hacer el control de derrames, sino de formar a la población. A nosotros nos preocupa el silencio de las autoridades del gobierno regional y de las municipalidades porque hasta ahora no han dicho nada. No estamos en contra de la explotación minera, pero necesitamos que se realice de manera responsable, que cumpla con los estándares de calidad”, señala Wenceslao Risco.

Algunas semanas después de realizado el foro, la Oficina de Gestión del Riesgo de Desastres de la Municipalidad Distrital de Pampas informó que la empresa Activos Mineros S.A.C. ya se encontraba realizando trabajos de remediación de los pasivos ambientales y que pronto iniciará la etapa de cierre definitivo de la Minera Magistral S.A. - Unidad Pushaquilca, ubicada en el caserío de Pelagatos. Esta oficina dijo también que no se reportaron daños a la vida de las personas.

Vuelvo a recordar a María y a su rostro desencajado al escuchar que el agua se acabará. Ella desconocía que en cincuenta años, como lo han pronosticado varios estudios científicos, no habrá suficiente agua en muchas partes del planeta: las fuentes de agua dulce están siendo drenadas más rápido de lo que se están reponiendo. Se perdona el desconocimiento, pero es imperdonable ser indiferente ante la tragedia, es como apretar una herida sangrante, observarla, y no sentir remordimiento.