El adiós necesario
El 30 de setiembre que no olvidaremos jamás en el Perú y en el mundo.
Que si debió. Que si no debió. Que la disolución del Congreso peruano es inconstitucional. Que no lo es. Que ellos se lo buscaron por tanta podredumbre. Que es un golpe de Estado. Que era la única forma de acabar con la corrupción. Que en realidad el presidente quería librarse de los congresistas para eludir investigaciones por sus nexos con Odebrecht. Que Martín Vizcarra es el moqueguano que nos ha devuelto la esperanza. Que sin embargo es una decisión apresurada. Que jamás fue tan delicioso escuchar la estigmatizada palabra “disolver” y decirles “¡adiós, hasta nunca!” a Bartra, Becerril, Mulder, Chacón, Salgado, Letona, Del castillo, Vilcatoma y a tantos más. Que es un acto dictatorial, que, que, que…
Hace menos de veinticuatro horas, el presidente del Perú, Martín Vizcarra, disolvió el Congreso de la República y de lo que estoy segura es que, esta vez, nadie ingresó a ningún medio de comunicación para intimidar las líneas editoriales, para censurar la verdad, no hubo ningún periodista secuestrado —como Gustavo Gorriti en 1992—, no se destituyó al fiscal de la Nación ni al presidente del Poder Judicial, tampoco a los representantes del Tribunal Constitucional ni al contralor general de la República, no hay excesos de la Policía ni del Ejército. Por lo contrario, hay un sentimiento muy parecido a la felicidad.
El lunes 30 de setiembre de 2019, veintisiete años después de la disolución del Congreso liderada por el expresidente Alberto Fujimori, hoy preso por delitos de lesa humanidad, el Congreso se cerró y era necesario.
Para recordar lo que importa no existen mejores momentos, dijo una escritora. Hoy es el Día del Periodista y todos los momentos serán buenos para recordar que ayer se disolvió uno de los peores Parlamentos del Perú.