Aquí aún se siente a invierno, pero a María el frío ya no la estremece. Sentada sobre un sofá de paja recién construido, recuerda los días en los que alguien le decía que apagara la luz y se callara. Es primavera y hace frío. Cuando la luz se encendía su cuerpo era una galaxia con salpicaduras violáceas, tal vez azuladas, un mundo de pequeñas pinturas abstractas que ella, apresurada, lograba ocultar con telas largas y un poco maquillaje que compraba solo para esos momentos. A María no le gusta el maquillaje.
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Es hermosa y pequeña de estatura, tal vez tenga un lunar cerca de los labios y la memoria de una pena cerca de los ojos, de cabello hasta el hombro y piel canela, de zapatos bajos en vez de tacos afilados, tiene treinta y cinco años y es esclava de las galletas de animalitos desde que iba al jardín con su lonchera de Candy.

Es la mujer que de niña jugaba con barbies y que soñaba con tener una cocina rosada. Es la mujer que dejó de soñar con cocinas rosadas —hoy las prefiere verde limón— y que le compra una piñata del Hombre Araña a su hija de 10 años. Es la mujer que no congenia con las palabras “sufrida”, “víctima”, “pobrecita”.

Es viernes.

El lugar favorito de María es la sala de su casa. A las cinco de la tarde la luz del sol ingresa por una ventana amplia, ilumina el anturio blanco y las diedras del diablo —ella prefiere llamarlas “hojas con forma de corazón”—, luego la luz forma un cuadro sepia divino en ese espacio de seis metros cuadrados, un clima acogedor, ni caliente ni frío, un ambiente perfecto para pensar, quizá solo para pensar.

—Aquí solía vivir con el padre de mi hija.

Lo recuerda con madurez. En su diálogo no hay resentimientos, tampoco dramatismo. Las imágenes que tiene de él son impecables, tan nítidas como una fotografía que ha elegido bien su objetivo. Impecables en el sentido de que lo tiene todo claro. Tiene claro el instante, los instantes, de sometimiento.

María se refiere a ese hombre como “el padre de su hija”. No menciona su nombre, no lo describe físicamente, no dice que tiene el cabello negro ni que mide veinte centímetros más que ella. No lo hará. La moraleja de su vida resulta evidente: no te ibas a pasar los días hablando de lo infeliz que fuiste con un hombre porque eso no resume la vida, no resume tu vida.

—Ahora estoy mucho mejor.

Hace un año ella tuvo la suerte de conseguir trabajo en una tienda de muebles sofisticados. Digo la suerte porque, aunque a los pocos días perdió el puesto por su falta de control emocional, allí conoció a Gloria, una psicóloga que con solo observarla entendió todo desde el principio. Gloria observó que María tenía dos marcas en el cuello. Era verano y el maquillaje, estropeado por el sudor inevitable, revelaba la historia detrás.

Eran las tres de la tarde de un lunes soleado. María ingresaba, por primera vez, a un centro de apoyo gratuito a las mujeres violentadas.

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—Ellos dicen que es difícil, pero que sí se puede —dice el coordinador del Programa Nacional Contra la Violencia Familiar y Sexual en Áncash, Juan Pacheco Barreto—. No ha sido fácil que ellos entiendan que deben servirse solos, lavar los platos, involucrarse en funciones cotidianas que aparentemente estaban destinadas para las mujeres. Están entendiendo que ese cambio no les hace ningún daño.

Juan Pacheco habla de la pérdida de privilegios en los hombres. Privilegios, una especie de herencia patriarcal que muchos se atribuyen pero que al momento de explicarla no saben el porqué. No debe ser fácil estar en la cabeza de un hombre, no debe ser fácil pensar que naciste con ciertos privilegios infundados. No debe ser fácil vivir engañado.

—Tenemos que ir deconstruyendo algunas ideas —dice Pacheco—. A nosotros, los varones, nos han dicho que el hombre no cocina, no lava, no llora. Entonces, tenemos que deshacer los elementos que constituyen una estructura conceptual, hacer una deconstrucción de esa masculinidad hegemónica, que al final nos hace mucho daño porque nos prohíbe y nos limita a manifestar nuestros sentimientos. Al hombre que llora lo catalogan de “poco hombre”. Lo lógico sería que si siento dolor pueda manifestarlo, pero cuando el hombre está mal dice que tiene cólera, ira, rabia. No puede decir que siente pena o dolor, aunque lo sienta, porque así nos han formado.

En los años que tiene a su cargo la coordinación regional de los Centros Emergencia Mujer (CEM) de Áncash, que no son pocos, ha conocido la violencia en todas sus presentaciones: ¿cuál es su género?, ¿cuántos años tiene?, ¿por qué se oculta detrás de la sobreprotección?, ¿por qué tiene tantos rostros? La violencia no tiene género ni edad ni estatus social. La violencia no es exquisita, no se detiene para hacer distinciones, no es exclusiva. En realidad, aunque demuestre fortaleza, la violencia es el resultado de nuestros miedos. Somos violentos cuando no podemos dominar una situación, cuando queremos imponer.

—Antes solo se incluía a las mujeres en las jornadas de sensibilización. La diferencia en el Perú es que, hace ya un tiempo, integramos también a los hombres —comenta Pacheco—. Ahora ya no se habla solo de violencia física. Ahora la violencia psicológica es la que registra más cifras, luego la física, la sexual y la patrimonial o económica.

La violencia psicológica de la que habla el especialista en nuevas masculinidades es originada, en gran parte, por el machismo en el hogar. Entonces, había que pensar en una estrategia que dé resultados y que incluya a los hombres en el trabajo de sensibilización. Algo que nunca antes se había hecho. Ellos miraban el problema desde afuera.

El Programa Nacional Contra la Violencia Familiar y Sexual del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables implementó este año la estrategia comunitaria ‘Hombres por la Igualdad’. Un proyecto que se desarrolla gracias a la Política Nacional de Igualdad de Género, aprobada el día 4 de abril de 2019 en el Perú.

—‘Hombre por la igualdad’ son los llamados ‘mandiles rosados’. Son los varones que luchan contra el machismo —dice Juan Pacheco—.

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“Hombres por la igualdad es una estrategia comunitaria del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, que busca conseguir que los hombres rechacen la violencia, mediante el cambio de creencias y comportamientos, que les permitan reflexionar y conocer alternativas no violentas".***

El mecanismo es el siguiente: los varones asociados a clubes, aquellos que trabajan en Serenazgo, los que se desempeñan como ‘mototaxistas’, miembros de la Policía Nacional, trabajadores de empresas pesqueras, trabajadores de Ferreyros, son reunidos en espacios donde tienen la oportunidad de replantear su comportamiento frente a la violencia. Les enseñan a conocerse mejor y a poner en cuestionamiento sus ideas acerca de su rol en el hogar. 

—El hombre siempre fue visto como parte del problema. ¿Quién es el malo? El hombre. Ahora hay que verlo como parte de la solución. Estamos viéndolo desde otro ángulo. Ellos están entendiendo que no son superiores a las mujeres.

Las reuniones de varones se dan en espacios donde el cuestionamiento es voluntario. El Centro Emergencia Mujer realiza la invitación y ellos asisten sin presiones. Los talleres son semanales y duran entre dos y tres meses. Las primeras reuniones siempre son incómodas, afirma el coordinador del CEM.

—Los varones llegan incómodos a la primera y a la segunda reunión, pero en la tercera y cuarta hay un cambio. Ellos, por sí solos, empiezan a revelar las actitudes que tienen en sus casas, con sus hijas y esposas —dice—.

Los grupos de varones tienen sus reglas. Todo lo que se habla ahí se queda ahí, ningún celular debe estar encendido durante las jornadas de meditación, en los descansos nadie atiende a nadie, cada uno se sirve lo que desee (café y demás), al retornar a sus hogares deberán poner en práctica lo analizado en el taller.

"El hombre siempre fue visto como parte del problema" 

JUAN PACHECO, CEM ÁNCASH 

El Movimiento Manuela Ramos, en un estudio realizado para uno de sus programas de violencia contra la mujer, identificó razones que justifican la violencia de género en los jóvenes encuestados. Estas razones se basan en la idea de control de pareja y la responsabilidad de las mujeres en su propia vulneración. “El 22.9% de hombres jóvenes está de acuerdo con que un hombre golpee a su pareja si esta ha sido infiel y el 24.3% considera que si un enamorado controla y cela a su chica es demostración de amor y no tiene importancia”.

En lo que va del año, los CEM de Áncash reportaron alrededor de 6 mil casos nuevos de violencia. El 92% de víctimas son mujeres y el 8% restante son niños y adultos mayores. Desde enero hasta la actualidad se registraron 1 feminicidio y 4 intentos de asesinatos contra mujeres con arma blanca, agua caliente y otras formas de agresión. Del total de casos, el 55% corresponde a violencia sicológica, el 40% a violencia física y la violencia económica se ubica en el porcentaje restante.

El Centro Emergencia Mujer de la comisaría de Buenos Aires, en el distrito de Nuevo Chimbote, recibe el mayor número de casos en Áncash. Al día se tienden al menos 7 denuncias de violencia; mientras que la provincia de Corongo registra el menor número de casos en la región, no porque haya menos violencia, sino porque el machismo es tan marcado en la sierra que se necesita intensificar los trabajos de sensibilización. Las mujeres no denuncian por temor.

El emprendimiento y el empoderamiento de la mujer acabarán con la dependencia emocional y económica, que son muy fuertes en las relaciones de violencia. Conseguir esa libertad representa, en muchos casos, la cura de la persona violentada y el fin del sufrimiento.

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—¿Ha sido víctima de violencia? 

—Hace algunos años yo había llegado temprano a una reunión de autoridades, de modo que me tocó esperar a que llegaran las demás personas que habían sido citadas. Recuerdo haber ingresado a la oficina donde íbamos a reunirnos todos, pero, para entonces, solo estábamos un varón y yo. Pasé un mal momento y quise salir gritando. No lo hice. Hoy esa persona sigue siendo una autoridad.

Roslin Villanueva Ramírez es la coordinadora de la Defensoría del Pueblo en Chimbote. En su oficina del jirón Enrique Palacios recuerda aquel episodio de su vida como una enseñanza. Sabe que no volvería a callarlo, sabe también que las épocas han cambiado y que hay más posibilidades en esta sociedad para que las mujeres seamos escuchadas.

Su cargo le exige moverse con extrema sensibilidad. Cualquier movimiento en falso es una derrota de los derechos de las niñas, los niños y las mujeres, y daría paso a la victoria de la violencia en todas sus formas. La abogada afirma que en este trabajo es imposible no conmoverse. De hecho, el requisito para desempeñarlo es inmutarse.

Desde 1993 hasta la actualidad, la Defensoría del Pueblo en el Perú es un organismo autónomo que defiende los derechos fundamentales de las personas, supervisa el cumplimiento de los deberes de la administración estatal y se encarga de vigilar la eficiente prestación de los servicios públicos en todo el territorio nacional.

—Nosotros actuamos cuando hay quejas, consultas y pedidos de ciudadanas y ciudadanos que, por alguna causa, han experimentado la vulneración de sus derechos. La Defensoría no desempeña funciones de juez o fiscal. No dictamos sentencias ni imponemos multas, tampoco sanciones. Más bien, recomendamos a las autoridades a que cumplan sus funciones.

Los casos de violencia, y todos los que tienen que ver con la vulneración de los derechos humanos, son atendidos las 24 horas del día. La Defensoría del Pueblo de Chimbote pone a disposición el número de celular 945084099 para atenciones. No importa la hora, todas las llamadas son atendidas y, de ser necesario, los especialistas llegan hasta el lugar de los hechos para intervenir en favor de los afectados.

Villanueva recuerda lo ocurrido el domingo 8 de setiembre de este año. Lo recuerda con amargura.

Un sujeto que hoy duerme en el penal de Cambio Puente realizaba tocamientos indebidos a sus dos sobrinas en el tercer piso de su casa ubicada en el jirón José Olaya, en el casco urbano de Chimbote. A las 11 de la mañana de ese día, las cámaras de seguridad ciudadana de la Municipalidad Provincial del Santa captaron los minutos en los que el hombre de 24 años de edad abrazaba por la espalda a las niñas. Ellas tienen 6 y 9 años.

–Los casos más penosos son los que involucran a menores de edad. Esto no quiere decir que los demás casos de violencia sean menos peores, pero cuando se trata de niñas y niños se trunca un proyecto de vida. En este caso, las pequeñas fueron expuestas en diversas plataformas informativas sin la protección que sus rostros merecían. No se usó mosaico, no se les respetó.

Un detalle importante, cuenta la abogada, es que cuando las imágenes fueron difundidas por los medios de comunicación, sin proteger a las menores, el sujeto ya estaba detenido. Es decir, hubiera bastado con informar los hechos sin presentar los videos, que por su contenido sexual son delicados y logran una exposición innecesaria de las niñas.

El Centro Emergencia Mujer se ha encargado del tratamiento psicológico de las niñas y el de su madre.

"Los casos más penosos son los que involucran a menores de edad"

ROSLIN VILLANUEVA RAMÍREZ, DEFENSORÍA DEL PUEBLO- CHIMBOTE. FOTO: DIFUSIÓN


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¿Qué se siente vivir en un país, como el Perú, en el que solo el 10% de las mujeres ocupan cargos directivos?

—Todavía hay mucho machismo —dice Roslin Villanueva—.

El año pasado, cuando se publicó el “Primer estudio sobre mujeres miembros de directorios de las empresas en el mercado de valores 2018”, se supo que al 2017 existían 142 ejecutivas de un total de 1547 cargos directivos en compañías que cotizan en la Bolsa de Valores de Lima. Estas cifras nos decían que seguíamos viviendo en un país de varones.

Hace siete años, solo el 7% de cargos directivos eran ocupados por mujeres. El año pasado, con el estudio elaborado por Centrum de la Pontificia Universidad Católica del pPerú, WomenCEO Perú y PwC, nos enteramos que el porcentaje de mujeres ejecutivas en cargos directivos había subido al 10%. Aunque la tendencia es positiva, su crecimiento es tan lento como el trayecto de un galápago.

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María ya no está sentada sobre el sofá de paja. Ahora se alista para trabajar. Es madre soltera y no se llama María. Podría llamarse Laura o Juana. Podría llamarse como cualquiera de nosotras o de nosotros. Y, en realidad, todas las personas podríamos ser ella en algún momento de nuestras vidas.




DATOS DE INTERÉS:


Módulo Defensorial de Chimbote:

Dirección: Jr. Enrique Palacios 112-120 Casco Urbano – Chimbote

Teléfono: 043-329678

Horario de atención: de lunes a viernes de 8:00 a.m. a 4:30 p.m.

Representante: Jealine Roslin Villanueva Ramírez

E-mail: machimbote@defensoria.gob.pe


Centros Emergencia Mujer:

Central telefónica: (0-51 1) 626–1600

Horario de atención: de 08:00 a.m. a 4: 00 p.m.

Dirección: Av. José Gálvez N.° 660, 3er piso (costado de Caja Municipal del Santa - Chimbote)


Directorio de los Centros Emergencia Mujer a nivel nacional (Clic)  

https://www.mimp.gob.pe/homemimp/centro-emergencia-mujer.pdf


¿Qué es un CEM? (Clic)

https://www.mimp.gob.pe/homemimp/centro-emergencia-mujer.php


Presenta tu caso en línea en la Defensoría del Pueblo (Clic)

http://apps2.defensoria.gob.pe/sidPublic/

 

¿Sabes de qué trata la "Ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres y los integrantes del grupo familiar"? (Clic)

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